Hace ya cuatro años que estudio la danza del vientre.
Es algo maravilloso, sobre todo al principio; ésos andares de princesita, los movimientos hipnóticos, conocer mejor tu cuerpo, etc. Y más aún para una persona como yo, que siempre he tenido un complejo de torpe enorme.
Pero (y siempre hay un pero) llega un día en el que conoces las bases técnicas de ese arte; los movimientos controlados, los brazos en posición, aislar cada parte de tu cuerpo... Y es el momento de perfeccionarlo. Y ahi es donde empieza el trabajo de verdad; las horas y horas practicando un movimiento hasta pulirlo, la frustración de ver cómo no te acaba de convencer, y volver a atacarlo desde el principio. Buscarle una vuelta nueva. Perseverar.
De vez en cuando voy a alguna clase de principiantes. Creo que es una parte fundamental del aprendizaje; repasar las bases, los movimientos más simples que de vez en cuando se olvidan entre tanta variación. Y recuerdo cuando la principiante era yo, y venía alguna chica que llevaba más tiempo. Veía sus movimientos y me sentía fascinada. Hoy son ellas quienes miran con la misma expresión. Y, sin embargo, no veo tanto lo que he mejorado si no lo mucho que me queda por mejorar.
No me atrevo a dar clases regulares ni a hacer actuaciones en serio (el traje que me regaló mi profesora se está apolillando) porque soy consciente de lo mucho que me queda por aprender. Las hay en mi clase sin tanto pudor ni vergüenza. Y seguro que así son más felices.
Maldito perfeccionismo...
Alba Celaya salta con Bamby en abril de 2023
Hace 1 año
1 comentario:
Hola! me encantó la forma en que expresaste el hecho del esfuerzo y afán por mejorar dia a dia porque la cosa es así tal cual. Yo practico danza contemporánea y me pasa lo mismo, nunca me parece suficiente lo que hago, siempre hay mil cosas que retocar y mejorar. Ánimo y sigue así. Besos
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