24.4.08

Always on the run

Este post va dedicado al Capi, que de vez en cuando suelta perlitas dignas de consideración. Va por tí, cuerpo.

Reconozco que la paciencia no es una de mis mejores virtudes. Cuando quiero algo o tomo alguna decisión mínimamente trascendente acostumbro a tener el deseo (utópico e irracional) de que las cosas hayan cambiado ya, simplemente per haberlo decidido, pensado o deseado. Como si fuese posible formular un Abracadabrabra que pudiera transformar la realidad a mi antojo. Y eso, aceptando la premisa de que no soy un ser onmipotente (por ahora) es complicado.

Soy mayorcita y he hecho mis deberes. Sé que los cambios, normalmente, requieren de tiempo y esfuerzo. La mayor parte de las veces, sobre todo cuando alguno de los eslabones de la cadena del cambio no dependen de tí, todo lo que puedes hacer es poner de tu parte teniendo un objetivo definido, sabiendo qué parte del proceso te corresponde y teniéndola lo más resuelta posible, y estar atenta para no dejar pasar las oportunidades que te acerquen a ese lo-que-sea-que-puedas-querer. Y mientras hay que dejar que pase el tiempo, relajarse y disfrutar del proceso. Admirar el paisaje. La teoría es impecable. Pero de la teoría a la práctica hay un trecho.

Aquí, querido lector, es donde aparece mi amigo Coco, recordándonos una vez más la diferencia entre Creer, Saber y Sentir.

Siendo personas mínimamente inteligentes, alguna vez nos habremos dado cuenta del dramático salto (ese que se parece a un ataque de vértigo, a veces con nudo en el estómago y todo) que supone pasar de un estado a otro. Incluso en los aspectos más objetivos y medibles empíricamente puede fallar nuestra fe, o incluso en el caso en el que podamos creer en ellas es posible no llegar a sentirlas como propias, no ser capaz de aplicarlas o aceptarlas de corazón. Son esas pequeñas incoherencias que notas, incómodas, haciendo chirriar algún engranaje del proceso de lo que tu lógica te dice que debería ser, o cómo deberías sentirte. Suena de fondo, flojito pero estridente. Y es inútil negar que existe esa diferencia, casi tanto como intentar engañarte al respecto. Porque seguirás oyendo ese chirrido cada vez más fuerte cuanto más intentes desoirlo. Como si alguien rascara una pizarra. Tócate las narices.

Como en tantas otras cosas es posible que a lo largo de nuestra vida determinadas creencias, experiencias o nuestra propia cabezonería hagan bailar muchos de los criterios por los que nos guiamos de un extremo a otro de esta lábil escala. Se puede forzar la máquina, claro, siendo muy consciente de qué deseas cambiar y pegándote un toque cada vez que te das cuenta de que vas en la dirección contraria. Pero volvemos al principio, señores; lo que yo quisiera es que eso pudiera cambiar solo con desearlo, y eso no va a suceder. Y es inútil preocuparse o angustiarse por algo así, porque de eso no va a salir nada positivo. Te estás poniendo la zancadilla tú sola, nena, sé consciente.

Trabajo en ello, Capi, no te creas. Me lo curro un montón. Pero aún llevo mal lo de soltarme y no angustiarme en el proceso, resignarme a que las cosas deben ser así. Y me repatea no ser capaz de conseguir ese salto con solo desearlo. Aunque estoy cerquita, cada día un pasito más. O eso espero.

Y ahora, encanto, ya puedes empezar a lamerme las botas.

23.4.08

Fiestas de guardar


Hay fiestas que te llegan. Para mí Sant Jordi es una de ellas. Como Sant Joan, son celebraciones que aquí, en Cataluña, se viven de una forma distinta; las calles lucen especialmente brillantes y parece que la ciudad te tenga reservado un guiño en cada esquina, en cada rincón, en cada uno de sus detalles. Como si hubiese decidido ponerse sus mejores pendientes o se hubiese soltado el pelo.

En los colegios, por aquí, se suele rodear estas festividades de una mística especial. Recuerdo con cariño cuando, de chiquitilla, pasábamos semanas peleándonos con ingentes cantidades de papel de seda y cola hasta conseguir un amasijo bicolor que pudiese recordar vagamente a una flor, o grapando pedacitos de papel llenos de garabatos hasta tener un símil de libro. Y entonces llegaba el día D, y salías de clase con el corazón en un puño y la carita sonriente, todo nervios, a penas conteniendo la emoción que suponía entregar esas obras de arte a tus padres, que venían a buscarte esperando ver esa “sorpresa” que llevabas tantos días anunciando. Besos, abrazos y agradecimientos en tardes soleadas en las que el calor empezaba a mostrarse, anunciando el principio del buen tiempo. Así fueron mis primeros San Jordis.

Y, de mayor, hay pocas cosas más bonitas que salir por la mañana un día cualquiera para descubrir que millares de rosas han tomado la calle, y pararte a babear ante los lomos brillantes de los libros que encuentras a cada pocos pasos. La gente pasea con cara de fiesta, llevando bajo el brazo el equivalente a esas manualidades de los críos, con las mismas sonrisas nerviosas e ilusionadas, el mismo nudo en el estómago. Porque por más tiempo que pase, para los amantes de esta fiesta, una rosa es más que una flor, y un libro más que resmas de papel impreso.


Me encanta que todo esto suceda. Al margen de cualquiera, de todo lo que pueda estar pasando por tu vida. La gente sigue buscando el libro perfecto o la rosa más bonita del puesto para aquella persona en especial; todos y cada uno de esos tópicos, encarnados en tapa dura o blanda, o en flores del Maresme o de Marruecos, llevan escrito un nombre y apellido y significan algo en concreto.

Es de esas curiosas ocasiones señaladas en el calendario en las que la magia está programada, pero que pueden seguir embrujándote por su extraña belleza. La belleza de una ciudad que se engalana, y la de la gente que disfruta de esa pátina tan especial, de ese exótico proceso. A eso se le llama ilusión. Y tengo la gran suerte de que me salpique, tanto si quiero como si no, cada año en un día como hoy.

22.4.08

Colgando el cartel de COMPLETO

Parece que ya puedo colgar el dichoso cartelito. La chica que se ha incorporado, llamémosla Yoyi, es un encanto y un terremoto. Llegó el pasado sábado y el lunes empezó a trabajar. Y ha cumplido (y de qué manera) con lo que se esperaba de ella, tanto en el trabajo como aquí. Creo que nos vamos a llevar muy bien.

Por otra parte, ayer mismo cerré el trato con una médica mejicana que va a venir a hacer su especialidad al Hospital del Mar. Llega el viernes que viene y se quedará hasta finales de Julio. Eso significa que voy a quedarme medio colgada para Agosto, pero he decidido preocuparme por eso cuando llegue. Estoy harta de ir haciendo cábalas por cosas que están tan lejos.

... Y hoy, como ayer, no he ido a trabajar. Estoy en casa, ya casi sin fiebre pero con un gran dolor de garganta (la tengo roja, irritada y sensible), aunque por suerte no haya infección. Es de esos malestares que tenía cuando era pequeña, que hacía que me sintiera blandita y floja, y que me abandonase plácidamente al templado abrazo de la cama. Dormir y beber agua, tal vez leer un poco, y dejar que pase el tiempo hasta encontrarme mejor.

Lo que pasa es que estas cosas, de mayor, se llevan distinto. Y más cuando eres consciente de la cuenta atrás que supone que la nueva compañera esté a punto de llegar y que la que va a ser su habitación parece por ahora un campo de batalla, que la nevera está casi vacía, que debería colgar las lámparas de las habitacines aprovechando que mi padre me ha dejado la percutora y un millón de cosas más.

Tal vez lo que menos gracia me hace es ser consciente de que toda esta movida es para conseguir algo que, en realidad, no es exactamente lo que yo quería. No es un mal apaño en absoluto, y creo sinceramente que va a ser una experiencia genial, y que voy a aprender mucho de ella. Me va a servir para no estar tan sola y será enriquecedor. Pero esto no es lo que yo quería, como tampoco es lo que quiero ahora. Aunque seguramente sea parte del camino para llegar a ello.

14.4.08

¡Ya!

Por fin parece que las cosas van cuadrando. Y aunque sea lunes estoy de buen humor, y me estoy dedicando a esas cosas que hacen que mi ánimo mejore por mometos; las manualidades y la cocina. Qué queréis; un ramalazo marujil sí tengo. La semana ha empezado de lujo. Y seguirá mejor, seguro. Me siento lista para comerme el mundo.

12.4.08

Un (medio) respiro

Ya tengo una inquilina. Tal vez sea una propuesta arriesgada; es una chica que aún vive fuera, que viene por trabajo con un contrato de seis meses (prorrogable), llega el sábado que viene y empieza a trabajar el lunes. Hemos cruzado mensajes y hablado por teléfono, pero aún no nos hemos visto. Llamadme clásica, pero sinceramente me fío mucho de la sensación que te produce alguien cuando le ves en persona, y esa es la parte que me falta. Esto está siendo una epopeya y esta es solo una aventura más. Ojalá salga bien.

Por otra parte eso me da un poco más de tranquilidad y tiempo, y eso se nota. Hoy he podido dormir una siestecilla. Me ha sentado de lujo. Y ahora; a seguir con mi tarde.

10.4.08

Soy una tía dura



... Pero, joder, a veces parecen tan grandes...

7.4.08

Hoy va a ser mi día

... Y no va a serlo porque sea una fecha señalada, ni porque todo me haya salido rodado desde primera hora de la mañana. Va a ser mi día porque lo he decidido, porque me sale de las narices y porque estoy harta. Voy a dedicarme a cumplir con las mínimas obligaciones que deba atender, a sacarme marrones de encima de buena gana y con buen humor, a prepararme una buena comida (sí, pasadas las 4 de la tarde, ¿Qué pasa?), echarme una siestecilla y hacer de mi habitación un lugar habitable, que ahora mismo parece más una leonera que cualquier otra cosa. Y eso es algo que me repatea el hígado. Voy a seguir tirando lastre y a darme un par de homenajes sin preocuparme de nada más. Sin prisas, sin agobios ni malas leches. Porque lo he decidido y porque yo lo valgo.

Eso sí; si alguien tenía pensado echarme un puteo justo hoy... Casi que podría colaborar con este espíritu y esperar a otro día. Igual hasta se le pasa :)

3.4.08

Quien tiene un amigo tiene un tesoro y Los profesionales pueden cagarla más que yo.

Quien tiene un amigo tiene un tesoro...
... Y mano de obra barata. Finalmente la movida de los armarios de mi piso (mover cuatro armarios de 2,37 metros de alto, 7 medios cuerpos en total) fue una epopeya... Pero menos de lo que esperaba, y profundamente divertida (acabaré poniendo un ficus en vuestro honor) gracias a mi hermana, David, Lumen y Dile, que ayer se arremangaron y sudaron de lo lindo para ayudarme a mover mis muebles. Chicos y chica; valéis un potosí. Y los que más cobraron en pizza y cerveza (y algo de vodka). No; no pienso colgar las fotos que saqué, al menos por aquí... Ahora me toca mover mi ropa, averiguar qué hay dentro de los millones de cajas, bultos y cajitas que parecen haber criado en este año y tirar, ante todo tirar muchas cosas. Pero eso es tarea mía. Gracias, muchas gracias.
Mención especial a otras personas que me han ayudado en este trance; mis padres (que se portan como auténticos campeones), Emma (por su soporte emocional, por aguantar mis neuras y por llevarme a IKEA cada vez que lo necesito, aunque cada viaje termine repercutiendo en sus pies, riñones y economía), a Impe (que también soporta mis neuras, aunque creo que deben sonarle demasiado familiares....) y a Anna. Y a toda la gente que me muestra su soporte, ya sea cara a cara o en la distancia. Todo esto está siendo más fácil gracias a vosotros.

Y los profesionales pueden cagarla más que yo.
No es que eso sea una novedad, pero cuando esta mañana dos operarios han venido a cambiar un par de baldosas a la oficina y han rebentado la cañería de abastecimiento de agua de toda la finca no he podido más que reírme. La oficina literalmente inundada y yo riéndome. Todos achicando agua y yo riéndome. Gran ataque de nervios generalizado y yo riéndome. Me he sumido en una especie de catarsis donde nada ya tenía importancia, donde todo te lo podías tomar a risa. Ha sido grandioso, profundamente cálido y reconfortante. Y héeme aquí; con un dolor de cabeza digno de todo un colectivo por el martilleo constante de los operarios (a mano y a máquina), sin poder hacer mi trabajo y aspirando polvo en grandes cantidades, jodida pero contenta. Así da gusto.

1.4.08

No hay dos sin tres.

(OJO AL DATO: Este es un post emo. Se me pasará en un ratito, unos días a lo sumo, pero estoy que me subo por las paredes. Oye; y que nadie está obligado a leerlo, faltaría más)

UNO: En el trabajo llevamos una temporada desastrosa. Me encuentro ahogada por tareas propias de mi puesto y por otras que no lo son tanto, pero que se comen la mayor parte de mi tiempo y me impiden llevar a cabo cosas que podrían repercutir positivamente en mis perspectivas laborales a medio plazo. Y ando quemada por otras cosas a nivel más personal. En resumidas cuentas; mi rendimiento, en los aspectos que podrían marcar una diferencia, no es el que debería. Hoy hemos tenido reunión en la oficina, y he estado a punto de estallar (a chillar o a llorar, dependiendo del momento) cosa que no es muy propia de mí y que no me gusta. He conseguido controlarme negando a comentar determinados temas que, según mi jefe, debían ser tratados y que, según mi criterio, no tengo por qué hablar (ni justificar) con nadie con quien no me apetezca hacerlo. Lo que habría dado por poder pegar un buen corte de mangas en ese momento, oiga.

DOS: Como ya he comentado por aquí estoy haciendo cambios en el piso. Todo ello se debe a que he puesto dos habitaciones en alquiler y debo acondicionarlas lo antes posible. Hasta el momento, mirado en conjunto, no está saliendo mal, y lo más probable es que mi piso se haya dado la vuelta como un calcetín en dos semanas desde que empecé con ello, y que las habitaciones puedan ser ocupadas la semana que viene. La gente se está portando de cine; familia y amigos se han implicado muchísimo, y a los que más les debo como pago una pizza y cervezas, además de mi eterno agradecimiento.
¿Genial, chiquilla, de qué te quejas? Pensará alguno. Pues de que las dos personas a las que había elegido para ocupar las habitaciones no dan señales de vida, y la ley de Murphy ha actuado como acostumbra haciendo que haya perdido sus datos de contacto. Hay cosas que ni hechas a propósito, oyes.

TRES: Precisamente en mi vertiginosa carrera por acondicionar el piso a veces cometo torpezas, y la de esta tarde ha sido para nota. Una amiga me ayudaba a reubicar unas magníficas estanterías para aprovechar un espacio muerto encima de la puerta de la galería. Y yo, armada con mi taladro, estaba haciendo unos preciosos agujeros (del 8 concretamente) para colgarlas, cuando de repente y sin previo aviso ha empezado a brotar el pacífico entero de la pared convirtiéndome en un gato remojado. Sí señores; he agujereado mi primera cañería. Así que en este momento estoy escribiendo, oliendo a tigre malayo, esperando a un lampista que va a cobrarme una cantidad indecente de dinero y que vaya usted a saber a qué hora vendrá.

Si es que hay días que es mejor olvidarlos rapidito, y semanas que deberían poder pasarse a cámara rápida. En 15 días, si todo va bien, el piso estará completamente en orden (en un nuevo orden), lleno de gente majísima, yo estaré mucho más relajada y podré descansar y dormir como me merezco y mi situación, en general, habrá salido de la "zona caliente" en la que está en este momento... Pero ahora mismo me siento desgraciadita y sola, estoy cansada y tengo ganas de pegarme un buen baño caliente, cenar algo e irme a la cama. Y pegarle por fin la puntilla a este puñetero día.



[EDIT @ 21.29: Una hora después del cierre del súper y ante este tipo de calamidades es el mejor momento del mundo para que una se de cuenta de que no queda ni gota de chocolate en la nevera. Mierda.]
[EDIT @ 22.20: He topado con el mejor lampista que he conocido nunca, que lo ha hecho todo en un santiamén sin ensuciar nada (aún cuando ha tenido que picar pared) y cuyo olor no provocaba interferencias con la radio, la tele ni la conexión Wi-Fi. Una joya, de verdad. Voy a guardar su teléfono como oro en paño. ¡Oye! Al final no habrá sido taaaaan terrible ni este post tiene un final tan emo :)]