25.10.04

- a 13 días de mi boda

Nervios, lógicamente. Y preocupación. Tengo demasiadas cosas en la cabeza. Como me gustaría tener una barita mágica con la que solucionar tooooodo lo que tengo pendiente....

15.10.04

- Encontré la solución

Creo que hay pocos días que no sean susceptibles de arreglarse con una cenita en buena compañía a la luz de las velas y con una copa de vino...

14.10.04

- Todos los Santos

La noche de Todos lo Santos se acerca, implacable. Sí, porque aunque haga bromas, para mí sigue siendo la noche de todos los santos, en su espíritu pagano; la noche en la que el mundo de los vivos está rozando el mundo de los muertos.
Antes tenía la costumbre de encender velas ésa noche. Ése es el verdadero sentido de la palabra "velar"; poner una vela en la ventana para que la persona a quien está destinada la vea, y sepa que estás en casa, esperándole, echándole de menos.
Y yo ponía velas a mis muertos. Ésa era mi forma de hacerles un homenaje. Callado. Discreto. Casi íntimo.
Desde que vivo con mi costillo no lo hago tanto, porque cada vez que intuye algún ramalazo pseudo religioso o místico, me mira raro. Pero sigo haciéndolo de vez en cuando. La lástima es que cada vez se me hace más complicado.
Desde el sábado, necesito una más. No creo que quepan tantas velas en mi casa.

6.10.04

- Mi juego favorito

Aún recuerdo aquéllos momentos de tensión erótica. Tu, yo, y lo que los demás no sabían. Un roce por debajo de la mesa a la hora de comer. Una mirada cómplice que invitaba a lo que fuese. Un beso dejado en una servilleta que recogías y guardabas para más tarde. Por fin, un silencio del mundo. Deborarte a besos, lametones y mordiscos. Acorralarte contra la pared. Y ésta vez sí; dejar que tu boca atacase la mía, que tu lengua persiguiese a la mía, que tus manos dejaran de sujetame y me permitieran recorrer tu espalda, marcando mis uñas en tu piel.
Y más tarde, otra vez, dejar par tí un furtivo beso en una servilleta de papel.

- Arquitectura efímera

Lo mío es la arquitectura efímera. Construyo unos espléndidos castillos en el aire, que luego son barridos por intransigentes folpes de viento, huracanes, tifones, o lo que toque según época y latitud. Son poquitos, de los millares que debo haber construído ya, los que permanecen impasibles, riéndose nerviosamente por la suerte de los demás. Creen, pobrecillos, que el día que les toque, los montones de escombros amortiguarán el impacto.