Si hay una cosa que de verdad le debo agradecer a Mensa es la posibilidad que me ha dado de conocer a gente de lo más dispar.
Ayer pillé por lado a uno de mis socios favoritos, un doctor en física (pobre mártir, que me aguanta todas las preguntas del mundo), y estuvo desmenuzando para mí la teoría de las supercuerdas, los fenómenos de sincronización, el concepto de entropía...
He ampliado en tres o cuatro la lista de libros que voy a leer en los próximos meses.
Y le contaba que una de mis mayores frustraciones es no haberme dedicado a las ciencias.
Siempre me han encantado. A parte de la psicología, me habría encantado estudiar física. Las matemáticas o estadística no; con un matemático en casa tenemos suficiente, pero la química, o la biología sí. Claro que, de preferencia, la primera.
La vida me ha llevado por otros derroteros, pero no puedo dejar de asomarme al balcón de mis sueños y suspirar viendo cómo ése cada día se aleja un poco más. Por ahora debo conformarme con libros de divulgación científica, que presentan las ideas, los conceptos, y debo conformarme con intentar captarlos (aunque sea de forma intuitiva) y creérmelos. Mi base en éstos campos es irrisoria, y hay un montón de cosas que me gustaría entender, pero que se me escapan. Y éso jode.
Pero como hay cosas que no pueden ser, me conformo con unas vacaciones, pagadas y guiadas, de al menos seis meses en el CERN.
Alba Celaya salta con Bamby en abril de 2023
Hace 1 año
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