No sabéis cómo me arrepiento de no haber llevado un diario. Antes, en la época del cole, mi agenda hacía la función. Ahí anotaba las cosas que me sucedían, pegaba con celo las entradas de cine de las pelis que me gustaban, las entradas del teatro... Tenía mi propio código para acordarme de las cosas (ya sabéis, las agendas nunca son secretas), así, yo sabía qué significaba que tal día hubiera pintada una estrella, tal otro una alfa mayúscula, etc.
Porque ahora echo la vista atrás, y escribo los los años que he vivido, 1979, 1980, 1981... 1993, 1994,... 2001... 2005... y algunos son de ellos son números vacíos. No puedo recordar ningún acontecimiento en ellos. No puedo más que enumerarlos. Existen, claro, yo los viví, y supongo que estaban tan llenos de significado para mí como lo están las horas que vivo ahora. La cuestión es que no los ubico, no puedo acordarme del febrero del 86 ni de ningún martes de 2002. Y eso me hace preguntarme si son algo más que espejismos en un calendario. Y si la tarde de hoy, con esta llovizna cayendo sobre Barcelona y las ampollas en mis pies pasarán al olvido en cuanto destierre de mi vida este blog.
Alba Celaya salta con Bamby en abril de 2023
Hace 1 año
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