Hay temporadas que tienen carácter propio. A veces cuesta mucho definirlos y hay otras veces que se pueden adjetivar hasta conseguir que parezcan casi tangibles. Como las personas, supongo.
Hay días como fruta de verano, que pasan ligeritos y frescos, y al cabo de poco vuelven a dejarte con el estómago vacío y ganas de más, con la boca llena de néctar dulce.
Hay días como duchas escocesas, de esas frías y a presión, que duelen en el momento y que desearías que terminasen rápido, pero te das cuenta de que ablandan tus músculos y te hacen más ágil y más fuerte, preparándote para lo que pueda venir a continuación.
Hay días como divas del drama; inmensas cantantes de ópera o preciosas y siliconadas protagonistas de culebrones, víctimas de situaciones que las superan, pero que siempre consiguen salvar. Todo muy emo, con carita de susto permanente, los ojos demasiado abiertos y con lágrimas asomando contínuamente por el rabillo, brillando estratégicamente a contraluz.
Hay días que son como viajes por tu ciudad favorita; llenos de rincones que ya conoces y en los que puedes refugiarte, tal vez palomas en tu plaza favorita, con fuentes y cafés en el paseo, las tiendas abiertas, callejuelas oscuras y grandes avenidas y parques, todos tus amigos, infinidad de desconocidos y millones de posibilidades por descubrir en cada esquina.
Hoy mi día me recuerda a un solo de guitarra. Algo entre rock y blues, con el innegable aroma del lamento por los errores y la falta de acierto y la fuerza y la vibración de un buen punteado. Un trasfondo de melodía que transmite que somos humanos y que podemos disfrutar de todo cuanto ello comporta, y ser al mismo tiempo ser héroes, con grandes hazañas épicas en la vida cotidiana, aunque a veces pasen desapercibidas. Suena dulce, melancólico y potente al mismo tiempo. También suena algo cansado, casi a rendición, como si le dolieran los riñones y los callos, o medio en sordina, como quien se despierta aún atolondrado, aunque sin resaca, después de una cogorza memorable. Y como buen solo de guitarra parece previsible, pero siempre puede dar un giro y sorprenderte en cualquier momento.
Será que me he levantado despeinada, hoy.
[EDIT @21:33]. Finalmente va a ser blues. Imperator está malito. Le he dejado en observación con dolor de barriga (una entrañable costumbre que tiene adquirida) donde, probablemente decidirán abrirle para quitárle el apéndice y descartar, al menos, que sea eso lo que hace su vida imposible. Está bien, cuidado y vigilado. Pero esta noche va a dormir en urgencias, y mañana nos dirán algo.
Y llueve.
Pero dejemos pintar mi día al maestro.
[EDIT @22.01]. Ya es definitivo; Imperator será, mañana a mediodía, un hombre sin apéndice.
Cuidado con Oscar Pulitzer
Hace 1 año
3 comentarios:
Despeinada pero hermosa.
Yo me despierto despeinada todas las mañanas :P
Espero que se recupere pronto. Dale un beso de mi parte y que le sea leve.
Y que no se ponga muy pesado que los hombres son muy quejicas cuando se ponen malos.
Publicar un comentario