Soy consciente de que
debo tener algo en la cabeza que no funciona como debería. Me explico; el otro día, charlando con unos amigos, hablábamos sobre lo rara que es la gente, y eso nos llevó a empezar a debatir sobre dónde creíamos que acababan las rarezas inocuas y dónde podía empezar la patología.
El caso es que a mí se me ocurrió comentar que una de las cosas que a veces me planteo es
si yo tuviese una enfermedad mental... ¿Cuál sería?... Ignoro si los demás os lo preguntáis alguna vez, pero yo, a veces, me lo he planteado (tal vez sea una pista, ahora que lo pienso).
El caso es que resulta que entre los ahí reunidos había un estudiante de último año de psicología y, después de un buen rato de charla aproximadamente académica, empecé a contar cosas que mí me llegan a parecer raras de mí misma (eso da como miedito, ¿no?).
Una de ellas es verme reflejada en algunas cosas con el personaje de Jack Nicholson en
Mejor Imposible (gran película, por cierto). Odio no poder andar en línea recta por la calle, siguiendo la misma línea de
baldosas, aunque mucho menos que pisar las cruces entre losas grandes o no poder evitar un determinado color en un suelo tipo ajedrez (y más aún si las baldosas son de entre 30 y 45 centímetros; esas me pueden).
Pero casi más raro que eso es mi tendencia a fijarme en
las líneas (no sé; el embaldosado de la habitación, o las esquinas de una mesa, por ejemplo). Las horizontales más que las verticales. No puedo evitar imaginarme una proyección en la que se convierten en planos, y a continuación imaginar en qué plano me atravesarían a mí.
Ahí los demás ya me miraban algo rarito (sólo un poco), pero lo mejor vino cuando el psicólogo-en-ciernes me preguntó qué tal dormía y si me despertaba. La respuesta a la primera pregunta, apreciados lectores, supongo que será por todos conocida;
tengo problemas de sueño. La segunda dio mucho más de sí; es cierto, a veces me despierto en plena noche. Me despierto de muchas maneras, pero la más recurrente es al poco de haberme ido a dormir. Me levanto con un susto terrible, con una inimaginable sensación de miedo, incorporándome rapidísimo y con el corazón desbocado. Recuerdo una sensación de pánico, pero no a qué se debía. Me ha pasado desde siempre, y yo creía que eso era lo más normal del mundo. Y el otro día voy y me entero que no.
Resulta ser que a eso se le llama
terrores nocturnos, y que es raro que suceda en la vida adulta. No son pesadillas; es otra cosa distinta que se suele dar en las primeras fases del sueño y sí; parece que es normal que no se recuerde el motivo de tanto miedo, y que luego no resulte muy complicado volver a dormir.
Total; estas son algunas de las cosas que conté aquella noche en aquella mesa. Espero que no os parezcan demasiado... raras