Hoy, de camino a ver a un cliente, iba conduciendo mi moto por el primer tramo de la Meridiana (ése que nunca nadie sabe que también es parte de la Meridiana). Al lado derecho de la calle había un montón de almendros en flor. Sus ramas, sus flores tan rosas contrataban con el gris plomizo y legañoso de la mañana. Parecían animales enjaulados; parcelas de naturaleza cautivas entre el acero, cristal y asfalto de la urbe para el regocijo visual de las hormiguitas obreras de Barcelona.
Me habría parecido de lo más bucólico si no me hubiera puesto a estornudar como una loca. Maldita alergia...
Alba Celaya salta con Bamby en abril de 2023
Hace 1 año
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