Hacía tiempo que no me pasaba por Las cinco del viernes y me he fijado que la semana pasada pusieron un reto interesante; escribir historias que acabaran en una determinada frase. He escrito dos de cinco, pero iré editando éste post y colgando las que faltan... o no. Ni si quiera es el de ésta semana, pero me hace gracia. Ahí van;
1) Déjalo en mis manos.
Miraba a través del cristal de la cafetería. Pensaba sobre cómo había sido su vida los últimos años. El temor a que llegara a casa. El temor a sus borracheras. El temor al cinturón y a sus manos; ésas que la habían acariciado tanto, y que ahora sólo le dolían. Tomó un sorbo de su vaso. Las burbujas de la Coca-cola se colaron en las heridas de su boca. Una mueca de dolor. Una lágrima. A continuación una sonrisa. Una demanda de separación y una orden de alejamiento. "Nunca más" pensó para sí misma. "Nunca más". Se levantó y cogió el paraguas. Pagó en caja y salió a la calle.
En la acera de enfrente, dos hombres fumaban en un portal. Uno de ellos levantó la vista.
- Es ésa, la de la capa de lana.
El otro tiró el cigarrillo, y con una sonrisa socarrona le susurró
- Déjalo en mis manos.
2) ... no es lo que parece.
3) ... y se subió la cremallera.
Desde siempre se gustaron. Y hoy el destino (y una cena del instituto) les había reunido. Él era ya alguien sin sueños, desgastado por la vida, marcado por sus decisiones. Ella tenía una vida ordenada, con un encantador marido y una hipoteca a 30 años. Pero él seguía teniendo una belleza exótica (ahora más madura) y ella su simpatía, tal vez eran menos inocentes. Fueron con los compañeros a tomar unas copas.
- ¿Que ha sido de tu vida?
- Pues... Bueno, seguro que ya lo sabes...
- En realidad no. Algo, pero no lo sufiente.
Se miraron. Callaron. Ella preguntó
- Vivías aquí cerca, ¿verdad?
- Sí, a un par de esquinas. Sigo viviendo ahí.
Se miraron. Callaron.
El que fué el delegado de la clase dió por terminada la reunión. Unos cuantos fueron a una discoteca cercana.
- Me ha encantado verte.
- Y a mí. Espero que volvamos a vernos pronto.
- Seguro.
No se dieron dos besos. Ella cogió el coche. Él andó dos esquinas.
Él llego a su casa, se sentó en la butaca y encendió la tele.
Ella aparcó, bajó del coche y al llegar al portal tocó el timbre.
Él abrió. Ella subió. Entró por la puerta que la esperaba abierta. Él estaba apoyado en el marco de la puerta. Se besaron. Se manosearon. Rápido, sin contemplaciones. Ella fué recorriendo su boca, su mandíbula, su cuello con sus besos. Le arremangó la camiseta y le lamió el torso. Le desabrochó el cinturón. Le bajó los tejanos. Hurgó bajo sus boxers con sus manos y su aliento. Besó y lamió su sexo con avidez, con desesperación. Con la experiencia de los años y los amantes. Con la excelencia de la pasión contenida durante tanto tiempo. Él gimió y acarició su pelo mientras escenas de épocas pasadas iban y venían por su cabeza. Y cuando no pudo más, la avisó y se dejó ir. Ella no se apartó. Al cabo de unos segundos que parecieron horas, ella se levantó y le dijo;
- Ésto no sucedió jamás.
Le sonrió y salió por la puerta, cerrándola tras de sí. Él, con los sentidos embotados, sintió un enorme vacío en su pecho. Miró el marco de la puerta. Que enorme la parecía. Callado, con el ruido de fondo de la tele paseó sus ojos por los objetos del salón. Todo le parecía ajeno. Qué lejos de lo que hubiera deseado. Giró su cuerpo hacia el dormitorio. Se agachó y recogió los pantalones. Hoy también dormiría solo. Y mientras odiaba su vida más que nunca lamentó no haber dicho jamás aquéllas palabras. Maldijo su orgullo. Com un gesto automático secó una lágrima que había llegado a su mentón y se subió la cremallera.
4) ... nunca antes me había pasado.
5) ...y el mio es más grande.
Cuidado con Oscar Pulitzer
Hace 1 año
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