31.10.08

Anecdotario: De baja.

 

Esta semana pasada he estado de baja. Nada grave, en realidad; una gripe intestinal de esas que te convierte en un tubo, el contenido de tu aparato digestivo se ve convertido en batido y aloja aliens en tu abdomen, aliens que no dejan de chillar como locos cuando mejor les parece. Debo reconocer que no ha sido para tanto, porque casi no me ha subido la fiebre y, de hecho, lo único que sucedía era que de vez en cuando tenía que salir corriendo al baño con unos buenos retortijones, pero supongo que eso se me sumó con un bajón otoñal y una temporada más chunga de nervios (vaya usté a saber por qué, si mi vida es una balsa de aceite), y no me sentía yo como para ir a trabajar. Vamos; que me fui al médico y pedí la baja.

 

Hoy he vuelto a la oficina (sí, ya me han insultado mucho por haber vuelto a currar en viernes) y al ir a poner los papeles del médico en valija para que llegaran a la central me he dado cuenta de que el justificante estaba hecho a nombre de una empresa en la que entré a trabajar hace ya diez añitos. Resulta que los datos del ambulatorio no van ligados de ninguna manera a los de la seguridad social, y por lo tanto los datos de cotización están seguros, lejos de los médicos, administrativos y demás trabajadores de la sanidad pública. Diez años, oiga. ¿Y saben ustedes a qué se debe, ese hecho?. Pues a que, señoras y señores, hasta hace aproximadamente una semana hacía algo así como ocho años que no me cogía una baja. La última fué cuando me pegué la leche con la moto (dos operaciones, casi dos meses de ingreso hospitalario, otro tanto de inmobilización y más de seis de recuperación diaria). Desde entonces he podido faltar algún día al trabajo, sueltos y por causa de fuerza mayor, pero para eso solo hace falta un justificante. Pero lo que es una baja, baja... La intemerata. Tal vez sea cierto que a veces soy demasiado burra.

 

30.10.08

Cruzados



... Hoy en día se puede convertir todo en una cruzada. Y enseñarlo a toda la humanidad. Y todo eso sin, en realidad, haber movido el culo.

27.10.08

Carta a mi mutua (Cambio de plan)

Esta es el e-mail (debidamente anonimizado) que acabo de remitir al buzón de atención al cliente de mi mutua, cuyo contenido se autoexplica. Mamones.


---------- Forwarded message ----------
From: Me
Date: 2008/10/27
Subject: Cambio de plan
To: servicio.cliente@****.com


Buenos días,

Me llamo Victoria ***** (mi DNI es ******98T) y soy cliente de ustedes desde hace más de 10 años. Hoy he recibido una carta en la que se me notificaba que se me iba a cambiar de plan, de la clara mejora que eso suponía y de las nuevas coberturas y tarifas. Ojeando con detenimiento la carta he podido comprobar que eso suponía, en realidad, que si efectivamente se produce este cambio de plan voy a pasar a tener menos coberuras (no me interesa el reembolso de gastos para médicos de fuera del cuadro, y no tengo pensado gastar esas ingentes cantidades en esta reencarnación) y que, para compensar ese decremento, la prima mensual que se me pretende cobrar es de aproximadamente el doble de la que vengo pagando, que para el uso que hago de sus servicios me parecía ya casi excesiva.

Ruego me confirmen si he entendido correctamente los términos de la notificación que he recibido y si se puede llevar a cabo ese cambio de plan sin que yo haya firmado ningún documento de autorización a esa modificación (que entiendo que es sustancial) del contrato que SÍ tenía firmado con ustedes, así como de los plazos para solicitar la baja de sus servicios. En tal caso, y si no me presentan ninguna otra alternativa, pasaré a evaluar si darme de baja completamente de sus pólizas (de las que hasta el momento he dado inmejorables reseñas y referencias) o armar antes la marimorena.

Les saluda atentamente,


Victoria **** ****.

24.10.08

Una de cal, una de arena y patada en los cojones.

Una de cal.

 

Hay veces en las que toca darse la razón, aunque sea para lamentarse, y aunque las medallas toque clavárselas en la piel, como es el caso. Si miráis un poco más abajo recordaréis la operación de Imperator, con todo su efecto sorpresa, su ingreso en el hospital y su deconstrucción de cualquier atisbo de planificación presente (por ese momento) y futuro (por los días de vacaciones que moví) que pudiese haber.

 

Pues un compañero me ha comentado hoy que mi directora favorita, la déspota que se divierte amargando la vida al personal, se dedicó a llamar a todos los jefes y directores con los que tiene confianza (o algo) para contar que se me había ocurrido coger dos días de vacaciones estando en su oficina... ¡Y a final de mes! ¡Y el primer jueves que se trabajaba por la tarde!. Que menuda irresponsabilidad y que qué falta de compromiso, que no había visto cosa semejante en la vida.

 

Da lo mismo que tengas a tu pareja ingresada en el hospital y que esos días de vacaciones te correspondan. Da lo mismo que, en realidad, ella no tenga que autorizar nada de nada porque no formas parte de la plantilla de su oficina. Hace juicios y reparte prejuicios. Y va a ser la encargada de hacer mi valoración este año. Es de esas cosas que me chirrían sobremanera.

 

Y a pesar de eso hay pequeñas victorias al respecto. La primera es que parece que finalmente han decidido que las necesidades de soporte en esa oficina van a repartirse entre todos los compañeros del equipo o a no cubrirse, pro que al menos no me las voy a comer sola más. Y que no voy a pasar por esa oficina en una temporada. La segunda es que eso ha tardado un poco, pero al final me ha llegado a mí, y por dos vías distintas.

 

Lo dicho, en el fondo son medallas, pero toca clavárselas en carne viva.

 

Una de arena.

 

El miércoles un hombre se me declaró en el metro. Un señor trajeado, con pinta de árabe, me paró al pie de la escalera mecánica de la parada de al lado de mi casa y me contó que él, normalmente, se habría bajado dos paradas antes, pero que ese día no había sido capaz. Que si podíamos tomar un café juntos e intantábamos averigüar por qué. Al menos le echó gracia. Le dije que no podía porque me esperaba mi chico para comer, y muy educadamente, me pidió el número de teléfono y me ofreció el suyo por si alguna vez me lo pensaba.

 

... y patada en los cojones.

 

Da lo mismo cuánto intentes hacer algo. Si al final no lo has hecho, o no lo has hecho todo, o no lo has hecho tan bien como deberías, el resultado que consta a todos los efectos es que no lo has conseguido. Y cualquier explicación es una excusa, y al final una falta de interés en conseguir tu objetivo. Pretextos de todo a cien. Parole. Viento vibrando, nos guste o no.

 

Tomad nota, criaturas.

21.10.08

Despistada

No sé si alguna vez os habéis sentido terriblemente despistados, como si a vuestro alrededor sucediesen un montón de cosas que pudieran explicar lo bizarro que se ha vuelto todo y que nunca llegas a ver, porque siempre giras la cabeza décimas de segundo tarde y te pierdes ese gesto clave, esa mirada reveladora, ese intercambio de maletines. Como te hubieses vuelto daltónico de la realidad, o faltase la pieza de en medio del puzzle, o como si solo recordaras unos pocos acordes de una canción que no pudieses sacar de tu cabeza. Como si quisieras entender el argumento de una pelí iraní en V.O., con subtítulos en arameo. Y lo que más temes es meter la pata por no saber algo que se supone que deberías saber, algo que deberías haber entendido hace tiempo, pero que está en realidad en las antípodas de todo lo que baila por tu cabeza, calentándose al sol del caribe, con una piña colada en la mano, riéndose de tí y tu desconcierto.

 

Hace tiempo comenté que a mi vida le falta una voz en Off. Me reafirmo en la petición de que sea la de Constantino Romero. No sé qué daría yo porque esa voz, en este momento, me susurrara al oído los próximos dos párrafos de esta novela negra, verde, rosa y amarilla. Por hacerme una composición de lugar, más que nada. 

 

Esta es mi vida tal día como hoy cuando aún no son las 11 de la mañana.

19.10.08

Casos y cosas.

A quien le cuente que yo tenía el firme porósito de escribir aquí casi cada día puede echarse a reír. Lo sé. Pero voy a poneros al día:

Llevo una temporada un poco rara. Me felicito y me regaño a ratos, y al final todo termina siendo muy desconcertante. Es como tener un coro de yos en la cabeza. Algunos me regañan por el montón de cosas que debería haber hecho (pasar la escoba, transplantar el limonero, el rosal y el jazmín, ir al gimnasio, aplicarme con la lectura), mientras otros me felicitan por las cosas que he hecho aunque me supusieran un auténtico esfuerzo (mantener un orden, ir cada día a la oficina maldita, planificar las comidas, levantarme sin rechistar... casi siempre), y otro coro de voces opina que bueno, que no se puede hacer todo al mismo tiempo y que dentro de todo lo llevo bien, mientras otros ponen el grito en el cielo diciendo que ya está bien de darse cancha, que todos sabemos que puedo hacerlo mejor.

Es agotador ir oyéndoles todo el día, todos los días, a todas horas. Y entre eso y la temporada de cambio de tiempo ha vuelto la migraña. No la echaba de menos, y lo que es por mí podía haberse ido para siempre, pero va a ser que me ha tomado cariño y no piensa desaparecer. Es como estar escuchando ruido blanco a toda leche. Lo convierte todo en brea. Maldita.

Y a todas estas ha vuelto el otoño. Esta mañana, bajando hacia Sagrada Família, he cerrado un momento los ojos y he olido el aire. Estaba saturado de perfume de flores tardías y de humedad. Aún no hace frío, pero ya tengo ganas de asar castañas y boniatos y taparme con una manta en el sofá, con algún gato en el regazo y en buena compañía.

Parece mentira que estemos casi en noviembre. Yo aún no he dejado atrás del todo el verano.

3.10.08

Imperator ya está en casa

Lleva por aquí desde el miércoles, y la verdad es que creo que le está sentando de vicio. Hombre; está cansadito y le duele la barriga, pero la mayor parte del tiempo la pasa pegado al ordenador, leyendo, descansando y quejándose, así que debo interpretar que todo anda bien.

Con esta entrada doy por finalizados los partes médicos del caballero, que para eso es mayorcito y tiene conexión a interné.

Muchas gracias a todos los que os habéis acercado, interesado, llamado, preguntado o dejado algo de tiempo... Y eso, ahora, lo digo por mí, no por el convalesciente. Me habéis sido de gran ayuda y apoyo. Valéis todos un potosí.