Aún recuerdo aquéllos momentos de tensión erótica. Tu, yo, y lo que los demás no sabían. Un roce por debajo de la mesa a la hora de comer. Una mirada cómplice que invitaba a lo que fuese. Un beso dejado en una servilleta que recogías y guardabas para más tarde. Por fin, un silencio del mundo. Deborarte a besos, lametones y mordiscos. Acorralarte contra la pared. Y ésta vez sí; dejar que tu boca atacase la mía, que tu lengua persiguiese a la mía, que tus manos dejaran de sujetame y me permitieran recorrer tu espalda, marcando mis uñas en tu piel.
Y más tarde, otra vez, dejar par tí un furtivo beso en una servilleta de papel.
Cuidado con Oscar Pulitzer
Hace 1 año
No hay comentarios:
Publicar un comentario