La verdad es que me estoy sobreponiendo a las circunstancias, y me siento orgullosa de ello. No es fácil pero lo hago. Me consuela saber que quien me sigue no me pilla ni con ayuda.
Sé que eso de pasarle la mano por la cara a alguien debería sentarme bien, pero lo cierto es que tengo una terrible sensación de estarme revolcando en el fango, y no me gustan las guerras sucias.
Otra espina que me se clava en el alma es la terrible sensación de que soy incapaz de mantener relaciones interpersonales normales. Creo que es perfectamente válido que alguien te rechace cuando te conoce, cuando sabe de tus defectos o cuando ve algo poco claro en tus intenciones, pero no de forma gratuíta, y menos por referencias de terceros. Me parece una actitud covarde y medicre. Y lo jodido es que yo me encuentro con gente así a diario. A algunos incluso cada día. Qué quieres que te diga, no es lo que me gusta tener a mi lado.
Por otra parte, creo que me estoy dando cuenta (cada vez más) de que no es posible estar a buenas con todo el mundo. Y mira que lo intento, porque no me gusta sentirme como cuando iba al cole (yo no te ajunto, tú no que eres fea, aquí no te queremos), más que nada porque normalmente ésas palabras no las decía yo, y sé lo que se siente al estar excluído...
Hay días en los que las viejas heridas, ésas que nunca sanan, empiezan a sangrar de improviso.
Voy a lamerme y volver al acecho.