18.11.08

¿Y si mi pecado fuese el orgullo?

Imaginaos que un buen día os despertáis y podéis ver que el pie del que cojeáis no es el que creíais. Bueno, tal vez el otro tampoco ande muy fino, pero de repente veis claro cómo os cuesta aceptar ayuda, cómo exigís y esperáis cosas distintas según cómo, cuándo y de quién. Veis horrorizados como todo tenéis que poderlo, y los fallos no son tolerables. Las equivocaciones del pasado pesan como mercurio en esa piecita de la mente que señala burlona ("Mal, lo hiciste mal, y ahora no hay forma de cambiarlo") y, como el mismo mercurio, son incontenibles, y se te cuelan entre los dedos cuando creías que las tenías controladas, y manchan y estropean a su paso, y reaccionan caprichosamente con cosas que no esperabas. Y al mismo tiempo es como tragar miel caliente, que impregna todo cuanto toca, caldeando y endulzando los tragos mas amargos.
Orgullo. No admite excusas ni moratorias. Y es un mal pecado para alguien con mucho por arreglar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

a) Enhorabuena por percatarte. De todos los pasos, el primero es el más difícil.

b) Perdónate ser humana.