26.5.08

Todo sobre mi madre

Mi madre no era la mejor. Pero yo la quería como si lo fuese. Durante 28 años mantuvimos una relación a veces difícil, a veces algo menos. Era calurosa, marimandona y se preocupaba por todo. Juzgaba con ligereza y nunca admitía que se equivocaba. Pero se le daba muy bien querer y hacer cosas por los demás. Fue paciente pero exigente y dura. Y a veces era mala, pero sus abrazos sabían a casa como ninguna otra cosa en el mundo.


Llevo dos días acordándome de cosas que solía hacer con ella. Preparar la comida de Navidad (auque en realidad siempre intentaba escabullirme), tomar el sol en la terraza en primavera, cuando empezaba a calentar de verdad, o sentarme ahí mismo en silencio, a su lado, con el cuerpo envuelto en una manta y las piernas estiradas hacia fuera, casi asomando por la barandilla en las noches de tormenta, mientras veíamos caer rayos y relámpagos y dejábamos que la lluvia nos mojase un poco los pies.


Mi madre murió el sábado. Sufrió un infarto agudo de miocardio, o eso decía el papel que me tendieron y que me lanzó a un laberinto de burocracia, gente profesional y fría y otra que para hacer llegar su apoyo se mostraba mucho más afectada que yo. Todo era sórdido y dramático. Y carecía de importancia, porque mi madre ya estaba muerta.


Me siento como embotada, en sordina, casi un autómata, como me sucede en estas situaciones. Mi parte más fría y eficiente toma el control y yo lo contemplo todo sentada, mientras ella elige ataúdes y recordatorios, besa mejillas anónimas y se preocupa de todo y de todos. Y a ratos me deja salir y expreso mi rabia con mala leche, con respuestas ácidas, con cascadas de lágrimas.

Porque no me apetece que mi madre se haya muerto. Porque no me apetece que mi padre sea viudo ni haberme convertido en huérfana de madre. Porque no me imagino mi próximo cumpleaños sin ella ni quiero pensar que nunca más estará cuando se me ocurra que llevo demasiados días sin llamarla.


Porque la quería como si fuese la mejor. Aunque era sólo ella.



Gracias a todos los que habéis estado allí. Gracias a Imperator por dejarlo absolutamente todo colgado y recorrer media península dos veces en menos de dos días (añadiendo 1200 km. más a lo que va a moverse en las próximas semanas) por si podía necesitar llorar en su hombro. Vaya si lo necesitaba. Gracias a todos los que me habéis escrito, mandado SMSs o llamado para hacerme sentir vuestro calor. Os aseguro que ha llegado. Y gracias al poeta por prestarme estas palabras.


"Em costa imaginar-te absent per sempre.
Tants de records de tu se m'acumulen
que ni deixen espai a la tristesa
i et visc intensament sense tenir-te.
No vull parlar-te amb veu melangiosa,
la teva mort no em crema les entranyes,
ni m'angoixa, ni em lleva el goig de viure;
em dol saber que no podrem partir-nos
mai més el pa, ni fer-nos companyia;
però d'aquest dolor en trec la força
per escriure aquests mots i recordar-te.
Més tenaçment que mai, m'esforço a créixer
sabent que tu creixes amb mi: projectes,
il.lusions, desigs, prenen volada
per tu i amb tu, per molt distants que et siguin,
i amb tu i per tu somio d'acomplir-los.
Te'm fas present en les petites coses
i és en elles que et penso i que t'evoco,
segur com mai que l’única esperança
de sobreviure és estimar amb prou força
per convertir tot el que fem en vida
i acréixer l'esperança i la bellesa.
Tu ja no hi ets i floriran les roses,
maduraran els blats i el vent tal volta
desvetllarà secretes melodies;
tu ja no hi ets i el temps ara em transcorre
entre el record de tu, que m'acompanyes,
i aquell esforç, que prou que coneixies,
de persistir quan res no ens és propici.
Des d'aquests mots molt tendrament et penso
mentre la tarda suaument declina;
tots els colors proclamen vida nova
i jo la visc, i en tu se'm representa
sorprenentment vibrant i harmoniosa.
No tornaràs mai més, però perdures
en les coses i en mi de tal manera
que em costa imaginar-te absent per sempre."



Miquel Martí Pol. Lletra a Dolors. Llibre de les absències.

19.5.08

Si todo estuviera aquí.

Escribo estas líneas en el reverso de un billete de ida, esperando un regreso que viene con más de hora y media de retraso. La terminal tiene un aire sobrio e impersonal, casi estéril, por más que hayan forrado el techo de listones de madera. Ruidos sordos y gente cansada. Una gran sala de espera, una jaula de mármol y cristal. A través de las paredes veo cómo se alarga el ocaso sobre un parking infinito mientras la gente camina arriba y abajo, intentando calmar su ansiedad o acelerar la rotación de la tierra, por ver si el avión llega antes. Tal vez funcione, pienso. Me duele el cuello.

Cierro los ojos y estoy tumbada en un sofá de color crudo. Mario está sentado en el suelo, a mi lado, jugando a un juego de la Wii. Se ha convertido en una escultórica mujer y se ha enfundado un traje absurdamente ceñido, cargado de armas, botones y lucecitas. Lleva un buen rato intentando abrir un interruptor, sin éxito por el momento, gesticulando y agitando el mando. Imperator está en el sofá conmigo, tiene mis piernas en su regazo y a veces acaricia distraídamente mis rodillas mientras ríe y juega y se queja de que aún no han matado a nadie. Creo que ni si quiera se da cuenta de que lo hace, y que no es consciente de que le miro. Repaso el perfil de su cuello y su cráneo con los ojos entrecerrados, recortado contra las cortinas translúcidas, que filtran y dulcifican la luz de una tarde plomiza. Debería llevar siempre el pelo así de corto. Sus ojos se achinan mientras sonríe de medio lado. Es bonito ver a alguien tan relajado, tan despreocupado. Parece feliz mientras ataca de nuevo los tallarines tres delicias y el cerdo agridulce.

No son cosas extraordinarias, si lo miras bien. Son encuentros y desencuentros, caminos que se cruzan; a ratos es compañía y a ratos es soledad compartida. Cosas cotidianas, como compartir comida del chino o quedar con los amigos. Pero es bueno. También se hace complicado a veces.

Me siento como una chiquilla a punto de una pataleta. No quiero irme. Quiero quedarme aquí, tumbada, sufriendo este zapping de videojuegos, escuchando la risa de Mario y notando el calor de Imperator, con sabor a salsa agridulce y cerveza en la boca. No quiero coger este avión que viene con retraso.

No quiero estar esperando este vuelo de vuelta, escribiendo en el reverso de un billete de ida, con dolor de cuello y este cabreo, en esta catedral de esperas y despedidas.

Mario nos habló de una tira de Mafalda, en la que Felipe se preguntaba qué pasaría si todo estuviera aquí. He pensado mucho en eso. Y me encantaría saber la respuesta.

16.5.08

¡Ole, ole!

Uno. El Gran Jefe me ha llamado esta mañana. No es que haya llegado a disculparse por haberme dejado plantada, ni por haberme hecho hacer un viaje en balde en moto un día de lluvia, ni por no haber dado señales de vida en una semana (ese no es su estilo) pero, oye, ya es un gesto. Hemos quedado el martes de la semana que viene, antes de una reunión de todas las oficinas de la zona, para que me haga la propuesta, que él ha descrito como "muy buena". Como si no se hubiera encargado de hacerme saber...

Dos. Sigo sin fumar. He detectado mis momentos críticos y ayer, una amiga ex-fumadora, me contó que a ella le había ayudado pensar en su adicción como en un pequeño monstruo al que mataba poco a poco por inanición, y que cada vez que sentía la punzada del "mono" visualizaba a una especie de Kuato adherido a su abdomen, agonizando. Realmente es una imagen útil, pero yo casi prefiero pensar menos en ello...

Tres. Yoyi ha cambiado de trabajo. Le han ofrecido algo con mejor horario, y más relacionado con su carrera. Pinta bien, y la chica está profundamente ilusionada. A ver si el martes que viene (la noche de las birras) podemos celebrar un montón de cosas :)

Cuatro. Dentro de dos horas y media estaré saliendo de la oficina, en cinco horas y pico estaré volando hacia Madrid, y dentro de algo más de 57 estaré de vuelta. Losepáis.

13.5.08

Esta vez no es por pereza

Sí, lo sé, no actualizo demasiado. Últimamente he andado gratamente liada.

Mis compañeras de piso son dos chicas encantadoras, maravillosas y limpias. Por el momento no tengo peros que no sean de lo más razonables en el inicio de una convivencia con dos personas completamente extrañas. Ayer llegué a casa después de pasar cuatro días fuera, y encontré el piso limpio y ordenado, a los gatos perfectamente atendidos y todo lo que pudiese necesitar en la nevera. También fue la noche de las birras (que hemos institucionalizado con las chicas, con las que nos vamos a un bar cutrecillo pero acogedor a arreglar el mundo, ponernos el día y comprar una participación para el sorteo de la lotería de los viernes), e hicimos todo tipo de planes para dentro de un par de findes, que andaré por aquí. Mucho mejor de lo que me habría atrevido a imaginar.

Parece que daré un saltito en el trabajo. No es exactamente un paso adelante, pero sí en diagonal. Todo está pendiente de confirmar en una reunión que tengo pendiente con el Gran Jefe (Jefe de jefes), que debía haber tenido lugar la semana pasada, pero que se aplazó para (supuestamente) esta. En resumidas cuentas; todo está en el aire, aunque propuesto y anunciado por los canales que se suponen "oficiales". Veremos.

He vuelto a clases de Danza del Vientre. No es el mejor momento para reengancharme después de un par de años sin ir de forma regular, porque se están preparando las coreografías para final de curso, por lo que no hay clases técnicas, sino más y más machaque con los mismos pasos. Mi grupo prepara un baile con doble velo. Yo creo que puede quedar genial si no hace viento... Porque bailar con sables en grupo es ya pedir demasiado ;)

Y, por lo demás, los avispados lectores de esta micro-blogosfera sabrán que he andado ocupada. Eso es bueno, y soy feliz con ello, aunque me resulta complicado de sobrellevar. Un poco más cada día, y esta noche en especial. Me esfuerzo por mantener los pies en el suelo mientras tengo la cabeza llena de pajaritos y un nudo en el estómago. Me faltan datos, pero sospecho que lo que me queda por aprender (que es prácticamente todo) son cosas de esas que sólo podría absorber por capilaridad. Y no va a ser, al menos por el momento. Y eso jode.

Y, claro, cuando una está así, recuperándose de toda esta movida pero aún sin saber qué terreno está pisando, lo mejor que se te puede ocurrir es dejar de fumar. Porque cualquier otra cosa hubiese sido más fácil.