Los domingos, en el Mercado de San Antonio, se organiza una feria donde se venden libros, comics, cartas, posters y videojuegos, nuevos o de segunda mano. Ayer mi marido y yo nos fuimos a dar una vuelta, presuntamente para encontrar un videojuego que él andaba buscando. Mientras él se dedicaba a buscarlo, yo iba dando tumbos entre paradas de libros y demás... Y en una de ellas los vi. Cromos de picar.
Para los que no sepáis de qué va el juego se trata de unos trozos de papel con dibujitos (a cuál más cursi) que, cuando era niña, se coleccionaban. Podías jugar con ellos; un corro de niñas (y niños también, pero menos) iban poniéndolos boca abajo en el suelo, uno cada uno, y por orden se iba golpeando la pila con la mano un poco cuenca. Cada uno se quedaba con los cromos que conseguía girar.
No sé cuántos cromos debieron pasar por mis manos en esos años, pero lo cierto es que los recuerdo con enorme cariño.
No pude evitar comprar unos cuantos y, al llegar a casa, empecé a buscar la caja donde tenía guardados los míos. La verdad es que tengo un buen montón, a pesar de que estoy segura de que la caja fué saqueada vilmente por mi hermana... Pero ahora, a los viejos, se les han sumado unos cuantos más.
Estoy de un cursilón que asusta.
Cuidado con Oscar Pulitzer
Hace 1 año