Llevo un tiempo viviendo demasiado deprisa. Los días se pasan volando y los meses no terminan nunca. Paradojas del tiempo. Los meses de diciembre nunca han sido amables conmigo, pero no se lo puedo tener en cuenta. Como yo, ellos hacen lo que pueden.
A veces me siento como Sancho Panza, viendo como gente a la que quiero arremete contra gigantes molinos, sabiendo que las cosas no pueden terminar bien para ellos. Sí, claro, yo tengo mis propios gigantes y me toca meterme en batallas campales, pero la cosa es distinta si eres tú quien empuña el arma, por más insignificante que te sientas o aunque no cuentes con una espada en condiciones.
No resulta fácil ver como alguien a quien quieres sufre y pensar que lo único que puedes hacer es estar ahí para correr a intentar pegar los pedacitos. Siempre te encuentras con que, al final, falta al menos uno.
A pesar de eso, es bello comprender que
en el mundo suceden cosas bonitas, y por ello debo dar las gracias y mis más sinceras felicitaciones. Ojo; tienen dueños. Vosotros sabéis quiénes sois. Y mi vida es mejor con vosotros dentro. Por todo eso, muchas gracias.
Otro día, a toro pasado y con más tiempo, contaré la versión extendida.