Es cierto; las palabras tienen una caducidad.
Y el problema, en realidad, no es ése, sino que no llevan la fecha impresa.
Las promesas caducan, igual que las palabras de amor, de odio, o incluso las de indeferencia.
Es por eso que no me fío de las frases, que no son más que un conjunto de palabras que, tarde o temprano, caducarán.
Una mirada, un apretón de manos, un beso, o una palmada en la espalda pueden ser efímeros, quedar atrás. Pero aunque no lo quieras, se enquistan en la memoria que tenemos en la piel (porque la piel tiene memoria) y éso es algo que nunca, nadie, jamás, puede robarnos. Aunque hayan sido mentira.
Alba Celaya salta con Bamby en abril de 2023
Hace 1 año
1 comentario:
Las palabras son como sueños.
En el instante que las vives pareces inmerso en una realidad tan intangible como fugaz, que parece sustituir al mundo que te rodea, que parece modelar, exquematizar, y teorizar acerca de la realidad.
A veces tan pretenciosas como para sugerir cierto velado deseo de permanecer eternamente.
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