No sé si alguna vez os habéis sentido terriblemente despistados, como si a vuestro alrededor sucediesen un montón de cosas que pudieran explicar lo bizarro que se ha vuelto todo y que nunca llegas a ver, porque siempre giras la cabeza décimas de segundo tarde y te pierdes ese gesto clave, esa mirada reveladora, ese intercambio de maletines. Como te hubieses vuelto daltónico de la realidad, o faltase la pieza de en medio del puzzle, o como si solo recordaras unos pocos acordes de una canción que no pudieses sacar de tu cabeza. Como si quisieras entender el argumento de una pelí iraní en V.O., con subtítulos en arameo. Y lo que más temes es meter la pata por no saber algo que se supone que deberías saber, algo que deberías haber entendido hace tiempo, pero que está en realidad en las antípodas de todo lo que baila por tu cabeza, calentándose al sol del caribe, con una piña colada en la mano, riéndose de tí y tu desconcierto.
Hace tiempo comenté que a mi vida le falta una voz en Off. Me reafirmo en la petición de que sea la de Constantino Romero. No sé qué daría yo porque esa voz, en este momento, me susurrara al oído los próximos dos párrafos de esta novela negra, verde, rosa y amarilla. Por hacerme una composición de lugar, más que nada.
Esta es mi vida tal día como hoy cuando aún no son las 11 de la mañana.
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