Este año he aprovechado la coyuntura (de mi cumple y que hacienda ha tenido a bien devolverme el dinero que llevaba un año ahorrando por mí) para hacerme un regalo que hace tiempo que quería; una cámara de fotos.
Sí, vale, ya tenía una. Una de esas pequeñitas y compactas, ideales para llevar en el bolso y que no me dolería en el alma perder. Pero ahora quería otra cosa. Quería tener la oportunidad de aprender a plasmar cosas, situaciones, rostros y lugares de aquellos que se quedan grabados en la retina.
No es de las mejores (no sabría aprovecharla suficiente, a parte de que no podría permitírmela...) pero me basta para retratar con nitidez cosas que me gustan.
Y gracias a ella puedo demostrar que tengo al gato más lindo del universo viviendo en casa. Esta es la prueba.
2 comentarios:
¡Qué cosa más bonita! Y que cara de bueno :D
Hablando de perder cámaras, ¿encontraste la que perdiste en casa del Capi? Porque aquello fue un buen misterio.
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