Esta tarde tengo una entrevista de trabajo y la verdad es que no tengo ganas de ir. Nadie se asuste; dentro de un rato me pongo mi disfraz super-profesional, entusiasta y de comerme el mundo, pero ahora mismo, si tuviese una lámpara mágica, la pospondría un poco, tal vez una semana... Porque, a pesar de que sé que puede ser una buena oportunidad, y me han comentado que la empresa está muy bien y todo eso... Lo mismo decían de la anterior. Y de la otra. Y de la otra. Y a base de tanto repetir y de tanto disgusto me he quedado sin ganas.
Este cansancio que me asedia tiene sus consecuencias. Por ejemplo; me estoy planteando muy seriamente plantar lo que ha sido mi campo profesional al menos una buena temporadita. Me han ofrecido un trabajo de secretaria, jornada intensiva (de 8 a 3) y labor consistente en; responder al teléfono, asignar horas de visita y poner sellos y grapas. Dedicarme a ello, no sé, tal vez un añito. Descansar y luego, con la cabeza más clara y con más energía, planteármelo de nuevo. La pega es que el sueldo es de risa comparado con lo que ganaba hasta ahora (unas dos terceras partes), pero estoy por primar lo que me apetece hacer sobre lo que creo que debería hacer. Claro que esto también es muy subjetivo. Si me viera a mí misma desde otra perspectiva supongo que lo tendría clarísimo.
Será cosa de que hoy llega la primavera y no me ha pillado a punto.
Alba Celaya salta con Bamby en abril de 2023
Hace 1 año
1 comentario:
Bueno, los trabajos presuntamente aburridos que te dejan tiempo para pensar también tienen su gracia ;-)
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