30.9.08

Calma chicha (Sobre la salud de Imperator III)

Las cosas siguen donde las dejamos ayer. El chiquillo anda perfectamente, aunque ya bastante aburrido. Dejando de lado la infección que le provoca picos de fiebre por lo demás está ya tan recuperado que se queja sobre la comida, por ejemplo. Bueno; no todo podía ser perfecto.

El médico ha confirmado esta mañana que probablemente le den el alta el sábado. Hombre; supongo que si hubiera alguna complicación la cosa podría alargarse algo más, pero el caso es que es previsible que vuelva a casa el fin de semana.

El caso es que el aburrimiento es muy malo, el cansancio que provoca la fiebre es muy malo y el ambiente general de los hospitales, por muy maja que sea la gente que trabaja ahí, es horrible. Terminas por sentirte de mala leche, agobiado, y por desear que pasen rápido las horas que no estás durmiendo. Espero que se le haga llevadera la estancia y que todo esto no termine por agriarle el carácter.

29.9.08

Nuevas, que no siempre buenas (Era: Sobre la salud de Imperator II)

Pues parece que la cosa no irá tan rápido como pensábamos. Lo que en un pricipio debió ser un proceso de coser y cantar (porque los médicos en seguida vieron claro que Imperator tenía una apendicitis y que había que operarle, porque decidieron hacerlo por laparoscopia para que las cicatrices y el riesgo de infección fuese mínimo, porque parece que el sistema inmune y el apetito del chiquillo están diseñados para sobrevivir a las cucarachas después de una hecatombe nuclear y porque la auxiliar más abnegada del mundo estaba dispuesta a sacar el machete para matar a cualquier virus malote que intentase colarse por las grietecillas que pudieran quedar) se ha visto complicado por algo de fiebre.

Los médicos han comentado esta mañana que podía deberse a la propia intervención (el cuerpo de uno se pone algo raro cuando lo rajan, remueven, cortan, cosen y cierran) o por una ligera infección. Como en el hospital no debían ir muy justos de camas han decidido que es mejor que Imperator se quede a hacerles compañía en observación, con antibiótico indovenoso, hasta finales de semana.

Eso, como todo, tiene un lado positivo y otro negativo.

El positivo es que en ningún sitio estará más controlado por manos y mentes expertas que en el hospital. El equipo médico que le atiende y las enfermeras de planta han resultado ser de lo más diligentes y francamente encantadores, y tiene una habitación doble, grandota, con mucha luz y una cama con millones de botoncitos para él solo. Una vez conectado el portátil, asegurado el suministro de libros, con ropita limpia para después de una buena ducha y con alimentos sólidos (bueno; semi-sólidos), una semana de vida contemplativa en una joya del modernismo catalán y patrimonio de la humanidad según la Unesco no parece tan mal plan.

El negativo, principalmente, es que en casa no se está como en ningún sitio. Y que encontrarse pachuchillo (que no mal, porque lo único que nota es que le chinchan las heriditas) no es del gusto de nadie, y que encontrándose bien lo de estar una semana más bien solo y sin Wi-Fi (so, no hay WoW) puede llegar a ser muy aburrido. Y que le echo de menos. Hoy he decidido empezar a tomarme esta semana con algo más de filosofía, pero hasta anoche he estado francamente angustiada (por una apendicitis, casi hasta da vergüenza reconocerlo) y eso no nos ha hecho ningún bien a ninguno de los dos. A mí la que menos. Pero eso ya ha cambiado.

No creo que vayan a producirse muchos cambios en su estado, pero si hay algo destacable ya os tendré al corriente.

Y creo que los túneles del hospital van a merecer un post con vídeo incluído. Rodado de noche. Y tal vez corriendo....

28.9.08

Sobre la salud de Imperator

Imperator ya está casi bien. Ingresó en Urgencias el viernes, el sábado por la mañana le operaron, por la tarde le llevaron a planta y hoy ya era casi él del todo. Ha podido empezar a tomar líquidos y dar alguos pasitos (de momento por la misma habitación, pero seguramente no tardará en salir un poco). Tiene hambre y sueño, está algo fastidiadito por el dolor propio de la intervención pero se recupera a buen ritmo, y espero que entre mañana y pasado le echen ya y se pueda venir a casa.

Eso sí; va a tener que suspender los viajes que tenía programados para la semana que viene.

Pero poder ver cómo le vuelve el color a la cara, y empieza a amenazar a la gente que cuenta chistes malos y planea pasarse la convalescencia jugando a WoW no tiene precio.

Total; un mensaje de tranquilidad. Y muchas gracias a todos ;)

26.9.08

Como un solo de guitarra.

Hay temporadas que tienen carácter propio. A veces cuesta mucho definirlos y hay otras veces que se pueden adjetivar hasta conseguir que parezcan casi tangibles. Como las personas, supongo.

Hay días como fruta de verano, que pasan ligeritos y frescos, y al cabo de poco vuelven a dejarte con el estómago vacío y ganas de más, con la boca llena de néctar dulce.

Hay días como duchas escocesas, de esas frías y a presión, que duelen en el momento y que desearías que terminasen rápido, pero te das cuenta de que ablandan tus músculos y te hacen más ágil y más fuerte, preparándote para lo que pueda venir a continuación.

Hay días como divas del drama; inmensas cantantes de ópera o preciosas y siliconadas protagonistas de culebrones, víctimas de situaciones que las superan, pero que siempre consiguen salvar. Todo muy emo, con carita de susto permanente, los ojos demasiado abiertos y con lágrimas asomando contínuamente por el rabillo, brillando estratégicamente a contraluz.

Hay días que son como viajes por tu ciudad favorita; llenos de rincones que ya conoces y en los que puedes refugiarte, tal vez palomas en tu plaza favorita, con fuentes y cafés en el paseo, las tiendas abiertas, callejuelas oscuras y grandes avenidas y parques, todos tus amigos, infinidad de desconocidos y millones de posibilidades por descubrir en cada esquina.

Hoy mi día me recuerda a un solo de guitarra. Algo entre rock y blues, con el innegable aroma del lamento por los errores y la falta de acierto y la fuerza y la vibración de un buen punteado. Un trasfondo de melodía que transmite que somos humanos y que podemos disfrutar de todo cuanto ello comporta, y ser al mismo tiempo ser héroes, con grandes hazañas épicas en la vida cotidiana, aunque a veces pasen desapercibidas. Suena dulce, melancólico y potente al mismo tiempo. También suena algo cansado, casi a rendición, como si le dolieran los riñones y los callos, o medio en sordina, como quien se despierta aún atolondrado, aunque sin resaca, después de una cogorza memorable. Y como buen solo de guitarra parece previsible, pero siempre puede dar un giro y sorprenderte en cualquier momento.

Será que me he levantado despeinada, hoy.

[EDIT @21:33]. Finalmente va a ser blues. Imperator está malito. Le he dejado en observación con dolor de barriga (una entrañable costumbre que tiene adquirida) donde, probablemente decidirán abrirle para quitárle el apéndice y descartar, al menos, que sea eso lo que hace su vida imposible. Está bien, cuidado y vigilado. Pero esta noche va a dormir en urgencias, y mañana nos dirán algo.

Y llueve.

Pero dejemos pintar mi día al maestro.




[EDIT @22.01]. Ya es definitivo; Imperator será, mañana a mediodía, un hombre sin apéndice.

20.9.08

Crónica: El día después.

Ayer presentamos a los gatitos. Quiero decir que les presentamos de verdad; dejamos que se vieran, que se olieran, se bufasen y lo que tocase. Estabamos preparados para una auténtica guerra civil; carreras, peleas, disparos a discreción con la pistola de agua... Y ¿sabéis que pasó?. Nada.
Vivimos uno o dos momentos de tensión en los que hubo bufidos (pocos) y demostración de levantamiento de patas (que no ataques). De hecho, llegamos a filmar el momento de máxima tensión (a quien esté interesado puedo pasarle el video) pero al cabo de una hora los tres lucían tal que así.

Qué gatos más chungos, cuánta tensión se respiraba, qué mal trago, oyes. Imperator está completamente decepcionado por no haber encontrado la batalla campal que esperaba, Barbián ha decidido que le gusta la Chaise Long y el huequito de al lado de la tele y Giggly y Mapaxito andan como si aquí no pasara nada, cada uno a su bola.
Ayer por la noche cenamos japo para celebrar la feliz coyuntura... Y para despedir a Yoyi, que mañana se va para ir a aprender a restaurar mosaicos a Mérida. La echaremos de menos; ha sido una compañera de piso excepcional.

... Y en cuanto nos quedemos solos ya nos superaran en número. Cielo, creo que hemos firmado nuestra sentencia.

19.9.08

Aplicaciones poco convencionales de productos de cada día. Hoy; el Aeronfix.

Señoras y señores; ¿Hay algún gato en su casa que se dedique a dar por culo por las noches rascando incesantemente la puerta de su dormitorio? ¿Tal vez no desea que el minimo se suba a alguna superficie en concreto? Recurra usted a un gran invento con utilidades insospechadas; el aeronfix.

Sí; el aeronfix. Esa fina lámina transparente con uno de los lados adhesivos, apto para proteger libros, carpetas y menuses de bares a 8,50€. ¡Forre y disfrute de una nueva libertad

plastificada!. Aplique el plástico con la parte pegajosa hacia fuera, fíjelo con celo y deje que el minino descubra esa nueva sensación en sus patitas. En lenguaje gatuno, pegajoso = asqueroso. Es decir; los gatos pueden invertir gran parte del día lamiendose el ano, pero… ¿Qué es eso de pringarse las patitas? ¿Voy a tocar esa superficie pringosa pudiendo evitarlo? Nah, ni loco.

Y la mejor parte es cuando aplicas la teoría y funciona, y gatito deja de rascar la puerta, y tú duermes toda la noche como un/a bendito/a. El bricolaje es un gran invento, sí señor. Ahora es importante no perder de vista las proporciones (que resulta absurdamente fácil) y no acabar plastificando la casa entera.

15.9.08

La gotita

Uno de los síntomas que más odio del otoño es la gotita. Tiene entidad propia y es inevitable. Cada año, cuando empieza a refrescar, el primer día en el que te quedas cinco minutos más de la cuenta en la calle o, por lo que sea, olvidas la chaquetilla al salir a tomar el café acude a tí la gotita, deslizándose traidora por tu nariz, amenazando con darte ese aspecto inquieto, asalvajado, animalesco, enfermizo. Se acerca el otoño, las hojas doradas y rojizas tapizando bosques y ciudades, los atardeceres encendidos y los madrugones legañosos y grises, los jerseicillos o jerséis, sin paliativos, y los zapatos cerrados (¡Adiós, deditos de los pies, hasta la primavera que viene!), los labios resecos y cortados y, por descontado, la gotita; el paso previo al primer catarro de la temporada.

Pero no, en realidad, aún no hace frío. Solo que no vendría mal pensar en echarle algo por encima a la cama para taparte por la noche, y, sin saber exactamente por qué, te das cuenta de que has preparado caldito, de esos que piden arrebujarse en el sofá y yema de huevo y un poquito de queso. Y tal vez algo de vino tinto. Qué cosas nos trae el setiembre.

 

Estamos haciendo progresos gatunos. Me estoy dando cuenta de que el peor enemigo que tendrán los gatos en su proceso de adaptación será la impaciencia de sus dueños. Barbián lleva en casa desde el viernes por la tarde (llegó con un señor colocón, el pobre, y con todo el estrés que supone para un gato que le muden...) y ha empezado a adaptarse muy bien. El primer día ya casi no bufaba, comía y bebía con total normalidad, y estaba mimosón y un poco asustadito. Como (su dueño) estaba impaciente por ver cómo reaccionaba con sus nuevos primitos le abrimos la puerta del cuarto, dejando como única separación entre él y el salón (y, por lo tanto los otros gatitos) una puerta de reja. Creo que ha sido de lo mejor que podíamos haber hecho aunque sea acelerar las cosas un poquito, porque aunque debemos enfrentarnos cada tanto a una sinfonía de bufidos y gruñidos, tanto los gatos como nosotros estamos mucho más tranquilos viéndonos las caras. Creo que lo estamos haciendo muy bien. Tres puntos, colega.

 

Imperator y yo estamos viendo devorando The Big Bang Theory, grandísima serie que retrata muchos de los tópicos (enternecedores por lo realistas y próximos) de la vida de muchos de nosotros. Dejando de lado los diálogos sobre física tengo a ratos la sensación de que podrían haber sacado la mayor parte del guión de conversaciones que he mantenido en la última semana. No sé; sentirse identificada con un grupo de geekies/teckies/neerds tiene algo raro, porque no me veo en ese arquetipo. Aunque lo cierto es que no me preocupa en absoluto. Me chirriaría más verme en otras series. Por cierto; la compañera de laboratorio del chico de las gafas (oh, debería poder acordarme de su nombre...) es la actriz que hacía de hija de Roseann, ¿verdad?. Ya decía yo que me sonaba de algo.

 

Sigo en la oficina maldita pero la verdad es que no está siendo tan terrible. Alguien (y ahora estoy hablando por otro, no por mí) está tomando toda su medicación o follando con regularidad, y como consecuencia puedo venir a trabajar con normalidad (anda que no tengo curro estos días) e irme sin la sensación de estar saliendo de uno de los últimos círculos del infierno. No sé; tal vez el hecho de que evitemos hablar en la medida de lo posible, de una manera de lo más polite, ayuda. Además; hoy, con el tema de la vuelta al cole, mi jefe y mi jefa (que manda cojones que aquí haya dos jefes y un indio) llevan toda la mañana al teléfono comentando la jugada de la vuelta al cole de sus retoños con amigos, parientes, compañeros... o entre ellos. Entrañable, ¿verdad?. Bué; al menos estoy tranquila. Y entre cliente y cliente y llamada y llamada me da tiempo de redactar esto y mandarlo por mail (maravillas de blogger, oiga, a ver si funciona).

Consejo práctico; cuando vayáis al banco y paséis a ventanilla, llevad el DNI y tarjeta o libreta en la mano, y si os llaman por teléfono cuando os están atendiendo valorad si, realmente, es imprescindible que contestéis en ese mismo momento o podéis devolver la llamada en un rato. La de minutos y minutos que se pierden esperando todas y cada una de esas cosas cada puñetero día. Y, creedme, cuando hay gente esperando detrás tuyo la mala cara me la ponen a mí, como si yo tuviera que responder de que un cliente lleve el billetero rebosando de carnets y tarjetas y no encuentre el que necesita ahora o de que tenga una interesantísima vida social que debe contar a todo el mundo justo cuando está haciendo sus gestiones. A parte de Paqui, toda la gente del patio de operaciones y yo nos hemos enterado de lo de Edgar, oyes. Sí, tía, muy fuerte.

 

Y poca cosa más. De momento la noticia del día es que la entidad en la que trabajo está adaptándose para no sé qué narices de ISO en prevención de riesgos laborales, y una de las nuevas normativas dice que no podemos tener en el botiquín más que tiritas, agua oxigenada y algodón. De todo esto se entera una al pedir una cajica de nada de Gelocatil que, a parte de antiácido (tan necesario cuando se trabaja de cara al público) es lo que tenían a bien suministrarnos desde la central. La menda lerenda saca dos concuclusiones, dos. La primera es que la empresa se preocupa por nosotros. Tanto que no está dispuesta a permitir que intentemos suicidarnos a base de Almax o que podamos usar el material de oficina para picar el paracetamol y los billetes de 500,00 € para esnifarlo. La segunda es que la próxima vez que tenga dolor de cabeza, muelas o articulaciones voy a pillarme una baja, con dos cojones. Desproporciones a mí, oiga.

 

10.9.08

8.9.08

San Viernes

Esta semana tengo más ganas de las normales de que llegue el viernes. Creo que puedo resumir los dos motivos principales.

El primero es que van a mandarme de nuevo a una oficina en la que no estoy nada a gusto. No es algo que me suceda solo a mí; ahí se ha producido (de hecho está vigente) una baja de larga duración de una persona que no quería trabajar en ese equipo. Bueno; en realidad no es una cuestión de equipo, sino de una sola persona, que es capaz de emponzoñar el ambiente de mala manera, convirtiendo las jornadas laborales en un auténtico infierno.
- Ok, vale, tú y un manta que se ha cogido una baja. Eso no demuestra nada, a parte de que tienes la piel muy fina. - Pensará algún avispado. Pues no, no es exactamente así. Porque resulta que la gente que coordina el equipo de soporte (que es como se llama mi equipo, porque suena más fino que "sustituciones") es exquisitamente sensible a las peticiones que le hacemos, y cuando he llamado para comentar, como el que no quiere la cosa, que si no había ningún compañero que pudiera ir a hacer esa sustitución esa tarea de soporte me ha preguntado directamente si era para apuntarme a la lista.
- ¿Qué lista, guapa?
- La lista de gente que no quiere no oir hablar de esa oficina.

- Oh, yeah.
... Y resulta que la lista la forma el equipo de soporte al completo, más parte de la planilla fija de otras oficinas.
En resumidas cuentas; hemos quedado que iré yo, en principio esta semana, o hasta finales de mes... O hasta que encuentren a otro/a incauto/a que quiera meterse en la boca del lobo.
En realidad toda esta situación me entristece profundamente. Yo ya he pasado por ahí, y en su momento vi claro que no podía afectarme si yo no lo permitía. Pero sucede que aquella vez sí que me afectó, exactamente igual que me afectó cuando me quedé en aquella oficina casi dos meses antes de vacaciones. Ahora mismo mi situación es distinta, y mañana voy a ir como a cualquier otra oficina, a comerme el mundo... Pero seguiré esperando la llamada que me saque de ahí, lo sé. Y me repatea.
Por otra parte me molesta profundamente que, aunque casi todo el mundo sepa que hay un sub ser capaz de provocar cuanto he descrito (y que a parte de amargar la vida al personal causa un perjuicio económico directo a la empresa, que no olvidemos las bajas se pagan pero no producen) NADIE de entre los altos círculos se de por aludido. Y conste que creo que hay múltiples opciones para solucionar el asunto; desde pagar un plus (que debería ser cuantioso) por acceder ir ahí hasta que le paguen un buen psiquiatra al individuo/a en cuestión. Salud para todos, oiga. Y alcohol y drogas a cargo de la empresa, qué cojones.

Por otra parte el viernes está previsto que Imperator vuelva. Creo que no soy capaz de expresar las ganas que tengo de que eso suceda, ni cómo estoy echándole de menos. Para eso habría que crear nuevos órdenes de magnitud.
Supongo que parte de tanta espectación se debe a que, en realidad, hace como quien dice tres días que estamos juntos y aún no hemos tenido tiempo material para acostumbrarnos a estar juntos. Cada reencuentro es una fecha señalada, y cada "hasta luego" es asqueroso, y más cuanto más lejos queda el "luego".
Esta vez, además, no va a volver solo; Barbián va a acompañarle. Nos espera un duro proceso de adaptación y presentación, de cuadrar el círculo y aguantar llantos nocturnos... De tres gatos (ojo al dato) y el bebé de los vecinos. Algo como lo del vídeo es casi casi lo mejor que va a suceder. A pesar de eso tengo ganas de tenerles a ambos aquí, y de que, como quien dice, hayamos terminado con la mudanza.
Lo único que lamento profundamente es que, con toda la movida de gatete, seguramente no podré encender la galaxia de velas que quisiera que le recibieran en casa, ni tener preparada ambrosía para la cena. Tal vez la sencillez tenga que pasar a formar parte del encanto del día a día. Y yo me doy gustosa con un canto en los dientes con eso. El glamour de ir a hacer la compra al Mercadona o limpiar el piso forman parte de la vida de casi todos.

Esta pasada ha sido una semana provechosa; me he reincorporado al trabajo y lo he llevado bien, he hecho un montón de cosas y lo he pasado bien con mucha gente. Pero ahora quiero que sea como sea, por fin, llegue el viernes.

7.9.08

Desvelos

Hay noches sin sueño que saben a canción de Sabina.

2.9.08

De vuelta y media.

He vuelto de vacaciones. Hay años que las vacaciones te dejan más o menos igual, son unas del montón, y al cabo de un par de días de terminarlas casi ni recuerdas que han pasado. Para mí, este año, han sido todo lo contrario. No entraré en teorizar sobre los motivos, pero lo he pasado en grande y he disfrutado un montón de todos los días, hasta de aquellos que he destinado a no hacer absolutamente nada productivo.

He podido visitar rincones de Madrid que no conocía. Debo reconocer que no ha sido una visita demasiado cultural, porque me he dedicado a ir de caprichillo y descansar. Eso sí; he estado en el jardín botánico, que ha resultado ser un auténtico oasis de paz, tranquilidad y frescor, y una maravillosa manera de llenar la mañana. Creo que he hecho más fotos de flores y verduras que en todos los días de mi vida, y algunas de ellas me parecen francamente bonitas. Amor de fotógrafa aficionada, supongo. Pero he descubierto que soy absurdamente feliz echándole fotos a cualquier cosa que me llame la atención. Y que es aún mejor si hay gatos.

Por otra parte la visita a Gran Canaria ha sido maravillosa. La isla es sorprendente, y a pesar de que la panza de burra nos impidió ver el sol durante casi todo el tiempo que estuvimos en la capital también tuvimos sol, playa, buceo, naturaleza y mil estrellas brillantes, además de alguna fugaz. Nuestro anfitrión fue de auténtico lujo (mil gracias, Víctor) y espero que nos devuelva la visita en cuanto tenga la oportunidad.

Pero sucede que, además de todo esto (o, tal vez, precisamente por todo esto) y con todo lo demás estoy volviendo a sentirme bien. Poco a poco vuelvo a tener ilusión por emprender algún proyecto (los tengo razonables y descabellados, y andan ya bullendo y echando burbujillas continuamente) y vuelvo a sorprenderme sonriendo y canturreando para mí misma. Puede ser eso o el moreno, pero creo que hasta se me nota en la cara. Tengo ganas de que llegue el otoño, aunque no prisas. Los últimos tiempos me han enseñado a las malas que cada momento tiene su valor y que hay que vivirlo como se pueda. La valiosa lección es que si siempre vives pensando en el futuro va a llegar un momento en el que al darte la vuelta gran parte de tu vida va a parecer un compás de espera y sonará a hueco. Y eso no mola. Creo que esta que viene va a ser una temporada bonita en la que voy a establecer nuevas rutinas (las del año pasado no las quiero ni me sirven) y voy a iniciar una convivencia con Imperator (aunque ya represente que vivimos juntos hemos pasado poco tiempo juntos en casa, y tengo la impresión de que casi todo ha sido en elgún tipo de situación excepcional, léase mudanza, entre viajes o cualquier otra cosa) en la que tengo muchísima fe. Vamos, si sus compromisos laborales se lo permiten, pobre, que vuelve a encadenar deshacer equipaje con hacer equipaje. No deja de ser irónico que hayamos dejado de tener una relación a distancia para que empiece a llenársele la agenda de viajes de negocios.

Hay veces en las que parece que si el mundo se callase un momentito podrías oir cómo las cosas se reajustan. A veces sonaría como algo deslizándose, otras como tuercas o engranajes, y a veces son grandes chasquidos o compuertas de presas abriéndose. Tal vez mi verano haya sido algo así. O al vez es lo que empieza ahora.